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La inflación devora las vitales tortillas mexicanas

Laura cosecha maíz a la manera de sus ancestros prehispánicos y abastece los molinos manuales que perviven en Ciudad de México. Dos antiguos métodos que dan pelea a la inflación, pero insuficientes para contener el precio de la vital tortilla.

 

“Este es cacahuazintle”, dice Laura Flores al deshojar una mazorca de generosos granos blancos en su milpa, sistema agrícola donde se siembran productos orgánicos a pequeña escala. Los pueblos mesoamericanos los tenían para autoconsumo.

 

“La base del sistema milpa ha alimentado a todas las generaciones anteriores y proveído de alimento a todos, a los que siembran y a los que no”, señala la mujer de 39 años a la AFP en San Miguel Xicalco, zona semirural desde donde se divisa el crecimiento avasallante de la megaurbe, que junto con su área metropolitana alberga a 22 millones de habitantes.

 

“Este sistema de producción familiar (…) siempre ha existido y ha sido suficiente”, remarca, a la espera de una cosecha de habas.

 

Su milpa y los molinos de nixtamal (maíz) contrastan con los sembradíos a gran escala que surten a la industria de la harina, negocio que en México -de 126 millones de habitantes- monopolizan dos empresas.

 

Ese sector se ha visto impactado por el aumento de los precios internacionales de los granos, del transporte y la logística, así como por las sequías y la guerra en Ucrania.

 

Todo ello ha encarecido la tortilla, que según datos oficiales es consumida por 98,6% de los mexicanos y omnipresente en su rica gastronomía.

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